Deserción e impotencia… ¿y el deseo? A propósito de una entrevista a Bifo Berardi
Lidia Ferrari

Dice Bifo Berardi en una entrevista que le hizo Fontevecchia en la revista Perfil:
“Por qué generar las víctimas de la infelicidad? Seguramente de la infelicidad. Lo digo también cuando me doy cuenta de que en la Franja de Gaza hay niños recién nacidos que mueren. Esta noche ha muerto una niña de tres semanas. ¿Se puede generar una niña en un lugar que parece Auschwitz? Me doy cuenta de que estoy diciendo cosas horribles, porque no tengo el derecho de discutir las elecciones de una pareja de palestinos. No es mi derecho. Pero no puedo impedir pensar cómo se puede generar una niña en estas condiciones. ¿Coraje? No. No es un signo de coraje. Es un signo de violencia al final. Bueno, las mujeres de todo el mundo están decidiendo de manera consciente o inconsciente, cada vez más, generar víctimas. No es bueno generar personas que serán seguramente infelices, no es bueno. Esa es la decepción sobre la cual pienso”.[1]
Sí, es horrible lo que dice. Pero no es horrible porque escandaliza moralmente ni porque cuestione las decisiones de una pareja de palestinos. Es horrible porque si bien es coherente con sus propuestas de deserción para enfrentar el mundo actual: de la guerra, sexual o del trabajo, no es coherente con lo que también Berardi denuncia: la impotencia política para determinar el futuro y la impotencia sexual de una parte creciente de la población occidental. También denuncia la impotencia de la voluntad, la impotencia masculina y la impotencia del deseo. Es en ese contexto, donde estos dos significantes que privilegia Berardi, impotencia y deserción, se entrecruzan y se contradicen. Poner hijos al mundo, dice Berardi, es un signo de violencia y de generación de víctimas. ¿Pero no es la impotencia uno de los síntomas graves de esta época? ¿Cómo enfrentar esa impotencia, con más impotencia, con más defección? Porque desertar del deseo sería la receta para el síntoma de impotencia del deseo denunciada. Una visión apocalíptica está en concordancia con este mensaje. La lucidez de Berardi, en este caso, nos impotentiza. Nos dice que no hay nada para hacer. Ni deseo sexual, ni deseo político. Podemos acordar desertar de una guerra injusta o de un trabajo alienante. Pero como consigna: ¿desertar de la vida? ¿desertar del deseo? Sólo a partir de pensar que todo ya ha terminado se puede concebir lo que Bifo Berardi plantea. No se trata de discutir sobre el deseo de una pareja de palestinos. Es sobre qué podemos hacer cuando nos atacan, cuando nos bombardean. ¿La solución es suicidarse? ¿Es el suicidio una de las respuestas en el modo de la deserción? Porque no procrear es un modo de extinguirse. Es una respuesta especular a la pretensión genocida.
Con las palabras hacemos cosas, ya lo sabemos. Por eso no hay que entregarlas fácilmente. ¿El deseo de engendrar vida está del lado de la vida o de la muerte? Cuestionar tener hijos en Gaza ¿no es una manera de decretar la extinción de los palestinos y Palestina? Son tiempos de recordar a Freud cuando al final de El Malestar de la Cultura dice que no se sabe quién va a vencer entre Eros y Tánatos. Pero debemos apostar por Eros si estamos del lado del deseo. Tampoco debemos desertar de la política, aunque sean épocas en las que la política está parasitada por el Poder. Denunciar la impotencia de Occidente podría servir para encender el espíritu crítico, ese que está desfalleciente, aunque para Berardi esté muerto.
Desde diferentes discursos se habla de la autoextinción de la especie humana. Ya sea por el modo de vida, la desigualdad creciente, el cambio climático o la despoblación que se proyecta si continua el descenso de las tasas de natalidad. Si damos una mirada a todos estos planteos apocalípticos desde diferentes discursos científicos podríamos pensar que se trata de ciertos efectos de ‘el Progreso’ en la historia humana. Si la caída de la tasa de natalidad ya está en curso, ¿qué sentido tiene alegar por la deserción de procrear? Si ya la cultura humana está yendo en esa dirección, sin necesidad de consignas ni de políticas ad hoc. Dejar de procrear podría ser una formulación en la vía del Progreso -que ya no existe como Perspectiva sino como modo de funcionamiento. También podría ser leído como una variante de la eugenesia, la de la esterilización o eliminación de los indeseables, no por políticas nazis sino a través de la auto esterilización. Similar al rasgo implantado en nuestra cultura individualista, la del ‘empresario de sí’. No estaríamos sino siguiendo el ritmo que el salvaje neoliberalismo desde la revolución capitalista ha impuesto a nuestra cultura occidental como señas del progreso civilizatorio. Individualismo a ultranza, ninguna expectativa en lo común.
Nuestras palabras pueden impotentizar cuando claman que ya hemos llegado al final de la especie. A partir de allí escribí Eros y la autoextinción humana[2]. Varios discursos razonan sobre un fin de la especie en marcha. Pero entonces, estaría ya todo escrito. No es que tenemos por delante un horizonte oscuro, sino que no hay ningún tipo de horizonte. ¿De eso se trata la reflexión filosófica en tiempos oscuros? ¿Analizamos críticamente la deserción deseante para contribuir con más deserción del deseo? ¿En qué épocas humanas hubo garantías de que los hijos que generábamos iban a ser felices? En épocas cuando una proporción alta de los recién nacidos morían había insistencia en la vida… Procrear puede ser insistir en una vida sin garantías. ¿Estamos seguros de que no hubo épocas en que la ausencia de futuro estaba tan bien escrita como parecería estarlo ahora? Mi pregunta es si el horizonte de futuro que parece haberse achicado hasta desaparecer es efecto de las constantes ‘reales’ que se enuncian apocalípticas en nuestro mundo occidental o es que los relatos apocalípticos han parasitado nuestras mentes y amenguado nuestros deseos. No tengo respuesta a eso. Pero la lucha entre Eros y Tánatos es interminable. No nos queda otra cosa que luchar por Eros, sin garantías, como ha sido siempre.
Parece que sólo pudiéramos expandir nuestro grito contra el genocidio palestino. La impotencia de occidente también se refleja en sus manotazos destructivos. Defender los niños de Gaza y no decretar ya su extinción, deseada por los poderosos de la época, es nuestra responsabilidad. La única batalla perdida, dice un proverbio, es la que se abandona. La frase de Freud y este proverbio nos dicen que Eros debe jugar su partida, aun en las peores condiciones.
En la senda de las palabras de Freud: “Sólo nos queda esperar que la otra de ambas «potencias celestes», el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final?”.[3]
reitero la idea de que “las narraciones apocalípticas tienen tanto la función de denunciar alguna realidad como crear la presencia del fin. Las narraciones distópicas nos han conducido a una afición por la distopía. Precisamos narraciones engendradas desde Eros pues una lucha declarada, sobre todo, en las narraciones. Si nos inundamos de relatos que vaticinan lo peor, engendramos lo peor. La apelación de Freud la leo como una lucha entre ‘potencias celestes’ narrativas. Insistir con la narrativa del mal hace crecer la Bestia apocalíptica. Eros también ha sido abandonado en los relatos, en lo que tenemos para decirnos, en lo que podemos hacer en común. Quizás no se trata sólo de esperar, como dice Freud, sino de luchar por Eros”[4].
[1] https://www.perfil.com/noticias/periodismopuro/franco-bifo-berardi-hoy-el-fascismo-de-trump-meloni-o-milei-es-un-fascismo-de-impotentes-por-jorge-fontevecchia.phtml
[2] En el texto Eros y la autoextinción humana he acercado la hipótesis de que la baja tasa de natalidad de nuestro tiempo, que se vaticina producirá una despoblación generalizada y podría llevar a la autoextinción de la especie, podría ser un modo de respuesta a un ‘desorden de cosas’ actual, que se produce de modo inconsciente. Pero una cosa es la falta de deseo de procrear dentro de un proceso evolutivo que va mucho más allá de definiciones políticas y económicas, de aspiraciones de los poderosos y de los singulares individuos. Otra cosa es sancionar a quienes desean un hijo en momentos en que la vida parece derrumbarse a su alrededor. Es un tema complejo y difícil para construir afirmaciones sin ponerlas en duda. Sancionar a una pareja de palestinos como culpables de violencia y de crear hijos infelices es, como mínimo, cuestionable. Avanza sobre el bien sagrado de la vida que es una bandera de lucha del pueblo palestino. Una amiga que estuvo de voluntaria en Palestina hace muchos años contaba que ellos ayudaban a reconstruir las casas que día a día eran tiradas abajo por los colonos israelíes. ¿Qué sentido tiene volver a levantar tu casa, cuando volverán quienes te la van a demoler una y otra vez? Es esa insistencia vital la que clama nuestra solidaridad con los palestinos y los niños de Gaza. Lo que está sucediendo en Gaza no será con nuestra resignación y defección.
[3] Freud, S. “El Malestar en la cultura”, en Obras Completas. T. III. Madrid, Biblioteca Nueva, 1973. p. 3066.
[4] Ferrari, Lidia. Eros y la autoextinción humana, en revista Lacan Emancipa. https://lacaneman.hypotheses.org/5209
OpenEdition le sugiere que cite este post de la siguiente manera:
#LacanEmancipa (8 de enero de 2025). Deserción e impotencia… ¿y el deseo? A propósito de una entrevista a Bifo Berardi. #Lacanemancipa Revista de la izquierda lacaniana. Recuperado 9 de febrero de 2025 de https://doi.org/10.58079/131j1